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Flujo Mundo |
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Roberto Rébora
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Curaduría: Daniel Garza Usabiaga
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En esta exposición, Roberto Rébora presenta una selección de cuadros de la serie Flujo Mundo (2018-2019), a la par de algunas piezas realizadas desde los años noventa. En aquella década, su trabajo irrumpió como una bocanada de aire fresco en una escena dominada por las fórmulas y temáticas habituales de los neomexicanismos. Su propuesta de esos años se puede apreciar en el conjunto de piezas que aquí se exhiben. El diálogo entre las obras recientes y las anteriores permite descubrir una sucesión de intereses constantes a lo largo de su carrera alrededor del fenómeno de la representación. Ula-ula (1994) es la obra más anterior de la muestra y fue expuesta en este mismo recinto en 1995, en la exposición individual titulada Poetisa. En esa pintura, por ejemplo, se pueden observar dos aros alrededor del cuerpo de un personaje. Con sus variaciones cromáticas, los dos elementos, más que representar el ula-ula per se, apuntan hacia la percepción de su movimiento. Ese principio, el de ahondar en la percepción, se encuentra presente en Flujo Mundo y Media Star (2013-2017), esta última una serie con la que las nuevas obras se encuentran emparentadas. En las piezas de ambas series las vibraciones cromáticas irregulares y el dinamismo del entramado lineal aparecen como campos de fuerzas o flujos energéticos que representan el sistema virtual, digital y mediático de redes que actualmente coexiste con la realidad cotidiana.
Si en Ula-ula el pintor aplica la economía de recursos para lograr una representación con humor por su sentido lúdico, Ser (1998) puede ser vista como una representación interior asistida por una solución formal que se separa de la estricta figuración y consigue articular, mediante una acumulación de intención dibujística, una imagen indeterminada y sugerente, una “imagen en construcción” (Rébora). Botarga (2018), por otro lado, lleva el humor impregnado en la pieza de 1994 al terreno de la caricatura – piedra angular del sentido gráfico, como lo denomina Erik Castillo, de la producción del artista–. Esa especie de actualización del legado de la caricatura a través de la pintura es tan sólo uno de los aspectos que acercan el trabajo de Rébora a la producción de otro artista de origen tapatío: José Clemente Orozco. La singular Botarga pertenece a un conjunto de piezas realizadas entre 2017 y 2019 en las que se revisita el sentido erótico que ha marcado el conjunto de la obra de Rébora y que define La Niña Precoz, una de sus series más consolidadas. Dichos aspectos se encuentran en juego en Flujo Mundo. En estas nuevas piezas se puede apreciar el particular humor irónico cercano a la caricatura, así como la carga erótica y el sentido corporal de la pintura. En ellas también se consigue una representación que, a través de recursos formales, busca establecer la emancipaciónrespecto a la realidad y presentarse como indeterminada, enconstrucción.
Otro rasgo orozquiano en la obra de Rébora es el enfrentamiento del individuo con las, al parecer, inconmensurables condiciones adversas de la realidad. En Tráfico (1997), por ejemplo, una figura humana (en palabras del artista, “metáfora de un sentir colectivo”) se yergue frente a un complejo mecánico y tecnológico en el que se funden partes y fragmentos de automóviles. La base conceptual de Media Star plantea una situación similar aunque actualizada: el de la figura humana envuelta y desdibujada en un entramado virtual que parece suplantar a la realidad misma. Como Castillo señala, en esa serie el artista se aproxima a algunos dominios temáticos entre los que recalca la idea del presente considerado como época “del yugo mediático, el atisbo del aspecto entrópico de la experiencia, las consecuencias de la crisis del cuerpo”. En Flujo Mundo el escenario es diferente. En las pinturas más recientes persiste el entramado cromático de redes o flujos virtuales de Media Star. No obstante, la figura humana resurge con mayor claridad, como sucede en Montaje (2018) y Dona (2019). Esos atisbos de representación corporal que rompen con la trama cromática, así como el descubrimiento dentro de esos campos de energía del momento erótico o del humor, son señales que ponen límites a tales redes de control y anuncian la posibilidad de resistir y desprenderse de ellas.
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