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A siete meses de haber abierto sus puertas, el Museo de Arte Contemporáneo de Querétaro presenta desde el pasado 4 de abril 100 obras de 86 artistas locales como pintura, escultura, video, mural, fotografía y performance, como una muestra del dinamismo que en este momento vive el arte en la entidad. Así lo asegura Papús Von Saenger, coordinador general de ese recinto. El museo abrió sus puertas el pasado mes de noviembre y el propósito fue presentar obra de artistas locales que, aunque algunos ya fallecidos, se incluye a gente de varias generaciones que trabajan en la región. Según Papús Von Saenger, esta muestra es un poco una revisión de la gente que está trabajando en el área. “No forzosamente son contemporáneos, pero los pusimos a que variaran un poquito su temática o su técnica y también están dialogando con obras un poquito los jóvenes, pues tenemos hasta grafiteros que intervinieron una pared, tenemos un poquito de todo”. Al preguntarle por qué se decidió a hacer esta exposición plástica precisamente con artistas queretanos, el coordinador general del Museo de Arte Contemporáneo de Querétaro dijo que luego de que el museo se estrenara en noviembre de 2018, se decidió hacer esta segunda muestra con el fin de darle énfasis a lo local, impulsar a los jóvenes queretanos.

 

 

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Lajas de Cola de Conejo Rojo, instalación de Gabriela Gutiérrez Ovalle.

La instalación Lajas de Cola de Conejo Rojo surge de exploraciónes formales dentro del taller, como suele suceder, por accidente; Al estar imprimando telas de lino sin bastidor empecé a observar varias cualidades en el material: La tela se volvía rígida y comenzaba adquirir connotaciones tridimensionales. Esto me llevó a generar asociaciones símbólicas con la idea de epidermis. Ya había trabajado anteriormente con cuero de vaca y pelo humano. Éstas experiencias anteriores me llevaron a explorar la tela como una metáfora de cuero o piel al integrar la cola de la imprimatura tradicional que se extrae de la piel del conejo. Además de las connotaciones que tiene este material en la historia de la pintura que data por lo menos desde el siglo XV-XVI en Italia y España cuando se presenta la necesidad de cambiar de un soporte rígido como la tabla al del lienzo y se incorporan materiales más flexibles.

En otra exploracion logré alterar tonalmente el material a través de someterlo a procesos de humedad por un largo tiempo, que dio como resultado la descomposición del material por medio de la formación y proliferación de colonias de hongos en él. El proceso de descompoisción generó patrones que tendían a la repetición, además de crear zonas con diferentes gamas tonales de grises hasta óxidos rojizos, etc.

Al aplicar el pigmento con la cola sobre estas mantas, el pigmento trabajó de forma diferente debido a que la tela presentaba además minúsculas grietas en diferentes zonas; marcas hechas o desarrolladas a partir de la descomposición a la que fue sometido el material. Eso aportó una narrativa más allá del color y el encolado, una historia “simulada” o “provocada”, casi como si se tratara de un procedimiento científico de laboratorio. Ya no era el cayo o la marca de hierro encontrada en un cuero de vaca obtenido en la peletería como cuando trabajé con cueros de vaca en proyectos anteriores, pero una construcción de memoria orgánica provocada y por ende de carácter simbólico, que abre relaciones de significado en varios sentidos.

Estas telas reducidas a un proceso de invasión de hongos pradójicamente vital, porque corroen la tela a través de la proliferación de vida, pueden crear analogías. Por ejemplo, con lo que sucede a un cuerpo tomado por una enfermedad. Al ser colocadas en el espacio simulando un núcleo o bólido (como diría Oiticica) de energía orgánica y color, las mantas suspendidas construyen lugares metafóricos que pueden referirse al ámbito social donde también se producen proliferaciones desordenadas de sobrepoblación y sus respectivos procesos vitales y destructivos al mismo tiempo”.

También busco indagar qué significantes surgen a partir de los pliegues, las configuraciones orgánicas, los desprendimientos que se generan en el material a manera de despojos que además amplíen la experiencia involucrando aspectos identitarios como las arrugas, los huecos, las señales, etc. Una de las ideas o posibles lecturas sería generar una simulación de fragmentos epidérmicos flotantes, pero a la vez un campo de color de resonancias y reverberaciones atmosféricas.

Para levantar la construcción de un lugar, elegí el color rojo como color unificador. Es un color que he integrado a mi investigación en proyectos anteriores y que en sí mismo conduce a múltiples acepciones y asociaciones que van desde cuestiones atmosféricas o de temperatura hasta cualidades emocionales o cualidades simbólicas. Es un color característico dentro de los rituales de índole religioso, por ejemplo. El color rojo puede expresar tanto dolor como violencia o vitalidad, puede representar una envestidura de poder o ser la representación de un signo de alerta, un pedido de auxilio. puede dar cobijo y llevarnos de regreso al recuerdo del útero materno.

Al hacer interactuar el pigmento rojo y la cola de conejo con la proliferación de hongos en las telas, se genera una gama amplia de tonalidades dentro del rojo, como si hubiera un mundo al interior del espacio de ese soporte matérico. Paralelamente al disponer la telas rojas suspendidas espacialmente en un orden lineal reticulado, el color se extiende más allá de su materialidad generando resonancias atmosféricas de color que viajan de un soporte a otro.